Leyenda sobre la Laguna Epecuén
Laguna de Epecuén, lugar encantado para pasar unos días de vacaciones o un descanso de SPA en aguas termales y curativas nos cuenta su leyenda.
Allí donde terminan los pastos verdes de la pampa y comienzan los suelos arenosos, donde solo el caldén puede soportar los vientos de esa región infinita, los gauchos y aborígenes decían que comenzaba el desierto.
Eran muy pocos los que podían vivir en esas tierras en épocas lejanas, entre ellos estaban los *levuches, conocedores de los sitios donde podían encontrar agua. Vivían de la caza de animales que se acercaban a los claros de agua por las mismas razones que ellos. Había guanacos, ñandúes, venados, flamencos, coipos y también pumas.
Otro peligro cierto eran, entre noviembre y enero, cuando el sol parecía detenerse en el cielo, los incendios que se producían por los pastos secos, el viento propagaba las llamas y los animales huían en estampida, los hombres buscaban refugio en arenales y lagunas para no morir quemados. Los únicos lugares seguros resultaban los médanos de pura arena y los espejos de agua.
Luego de uno de esos incendios que duró varios días, los *levuches regresaron a su lugar, pero no quedaba nada de sus toldos y sólo se veían algunos caldenes medio consumidos por el fuego cuando alguien gritó:
_ ¡Vengan! ¡Un niño! ¡Y está vivo!
Nadie supo de quien era ese bebé con leves quemaduras que luego curaron. Una familia lo adoptó y lo nombró *Epecuén.
La tribu decidió trasladarse lo más cerca posible de *Carhué aunque ese lugar estuviera habitado, ya que el fuego no había llegado allí. Pero ahora no había abundancia de caza o comida, porque debían compartir la comida con las tribus del lugar. Se consiguió una paz frágil, pero con el tiempo todo se arreglaría.
Epecuén se volvió un joven fuerte, ágil y veloz. Era capaz de alcanzar un ñandú a la carrera y atraparlo, diestro con las boleadoras y la lanza. Todos le admiraban.
Epecuén cortejaba a la hermosa *Tripantu de la antigua tribu pampa y por suerte fue aceptado, pero como era todo un galán, su fama se expandió. Y de pronto, una sola mujer le pareció poco y andaba por distintas tolderías donde aceptaban sus cortejos.
Tripantu le había entregado su amor y no podía creer en la traición. Comenzó a merodear el toldo del joven al caer la tarde y a seguirle los pasos sin que él se diera cuenta. Y una noche de luna clara, lo vio encaminarse a un montecito de caldenes, escuchó risas y le pareció que besaba a una de sus amigas. Su cabeza ardió, su vista se nubló, sus manos temblaron y sus pies se encaminaron hacia el desierto.
Allí en la soledad de la arena y el viento, la joven comenzó a llorar lágrimas saladas sin detenerse. Lloró tanto que una laguna de aguas salobres se formó en ese lugar y ella pereció en su propio llanto.
Epecuén enterado de la desgracia, llegó al lugar y arrepentido, la buscó en la laguna. A él también le temblaron las manos, la vista se le nubló y comenzó a llorar llamándola:
_ ¡Tripantú, permíteme que vuelva contigo!_ y se adentró en las aguas, desesperado por recuperar a la joven, sin recordar que no sabía nadar.
Desde entonces Epecuén y Tripantú moran en lo profundo de la laguna que los aborígenes consideraron sagrada por sus aguas curativas.
Hoy es un lugar fantasma donde sus espíritus vagan.
*levuches: “hombres de río”
*Epecuén: “casi quemado”.
*Tripantú: “ primavera”
*Carhué: “lugar verde”
Base de datos:
-Primeros Pueblos Aborígenes de Argentina Puelches Querandíes
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-Orígenes. Minist. de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva
Fotografía: Visiting Argentina