En la enramada de un rancho viejo
nido de gauchos cerca del Gi
guitarra antigua triste cantaba más bien
lloraba la triste historia que os cuento aquí.
Sabes paisanos porque ando errante
bajo estos bosques del Bequeló
me llaman loca pero es mentira
es que no tengo ya corazón.
Venid paisano, venid conmigo yo
Os contare mi historia junto al fogón
Tristes mis ojos, no tiene vida
pues puros como el cristal
fueron dos luces que se encendieron
en la aurora del Uruguay.
Tristes mis labios son amarillos
Como el pellejo del butilar
Hay! los tenia tan rojos y alegres
Como el penacho del cardenal.
Ves estos cabellos tan blancos
como la flor del arrayán
Hay los tenia tan negros
como las alas del cuervo man
Tenía un esposo que ardiente amaba
y un hijo bello que era mi Dios
¡Ay! Que gustosa perdiera el cielo
si yo pudiera ver a los dos.
Pero una mañana, ¡maldita sea!
cuando esta guerra se pronunció
mi esposo amado , llorando mucho
tomó su lanza triste y partió
¡Ay! mis paisanos en ese día
perdí un pedazo del corazón.
Pasaron meses, pasaron años
siempre, llorado peor
cuando una tarde al hijo amado
de mis entrañas contaba yo
Que era del pobre padre que no volvía
su larga ausencia , su último adiós.
Cruzando campos, llegó un sargento
de su caballo se desmontó
y en el ultimo rayo de mis esperanzas
estas palabras le dirigió.
Ves esta lanza, fue de tu padre
por la divisa, bravo murió
tómala y vamos, no te demores
que en las cuchillas se muere el sol.
mi hijo amado llorando mucho
montó su caballo, triste partió
¡Ay! Mis paisanos, en esa tarde
quedó mi pecho sin corazón.
ya van dos veces que las torcaza
dulces arrullos en el sauzal
y los bolleros cantando alegres
cuelgan sus nidos en el llantubal.
Pero no he visto mas a mi hijo amado
Desde esa tarde triste y fatal
Allá en la loma, como un calvario
pared en ruinas, y un triste ombú
Cuando yo muera, clavad paisanos
bajo aquel árbol, mi humilde cruz.
pues aquí perdí mis dichas todas,
Aquí perdí mi juventud.
Esa es la historia que en la enramada
de un rancho viejo, cerca del Gi
sobre las cuerdas estremecidas
de una guitarra, lloraba yo.
Y al escucharla con honda pena
mi labio trémulo, triste exclamó
¡Ay! cuantas locas habrá en mi tierra
como la Loca del Bequeló
Autor: Ramón De Santiago